Sólo existir
De nuevo ese estúpido miedo de no saber quien eres. De nuevo te agobian los pensamientos que cruzan tu mente, sabes que todas esas palabras que susurran, que se desesperan, que lloran y corren no son siempre tuyas… o siempre lo han sido y eso te asusta. No quieres creer. No eres tú, no eres tú.
Y todo se mueve con lentitud a tu al rededor, a nadie le interesa, no saben del caos que reina. Caos. Y por momentos parece que la sonrisa regresa a tu rostro, pero esa sonrisa es de nervios, de shocks que atraviesan tus entrañas. En verdad, ¿nadie lo nota? Es increíble que cada parte de mi ser transpire locura y que ninguna persona sea capaz de darse cuenta. Los ojos hablan, mis manos gritan y mi cuerpo llora. ¿No lo notan?
Es el inmenso estrés que se genera en cada célula, se siente la dureza y el peso de nuestros pensamientos en los hombros. El peor sufrimiento que tiene el ser humano es pensar y razonar, pensar en todo, y reflexionarlo demasiado. Sí, de más es la clave para todo este conflicto. Exceso. Todo en exceso es malo y más los pensamientos, simplemente todo lo que nos rodea, sonidos, imágenes, objetos, miradas, sensaciones e ilusiones, todo se sumerge en el remolino de nuestra mente.
Pero, ¿a quién le interesa salir del laberinto? Nos enfocamos en crear más paredes y más lugares para esconderse. No hay salida. Entonces, no sé si aún soy yo o si ahora soy otra persona, tal vez siempre he sido la misma. Pero me he dividido en dos personas. Él no sabe que todo soy yo, y yo… Tengo miedo de mi, de mi mente. Poderosa y reflexivamente egoísta. Sobre todo egoísta.
Mentirosa, traidora, no mereces a nadie. Déjame continuar, sé que todo se puede arreglar, pero no es el tiempo, no es éste el momento. Todo gira, aparece y desvanece tan pronto, deja que las imágenes marchen con calma revelando sus secretos. Secretos. Todo es tan oscuro en la mente, los recuerdos no son más que retratos subjetivos de nuestro mundo, son obras de arte creadas por nuestro subconsciente para saber lo que hemos vivido, soñado y atado a nuestra vida.
Los recuadros en mi pared son tan confusos, no tienen línea de tiempo. Un año, otro año, un día, una hora, tal vez ni ha pasado. Es que nuestra mente puede viajar tan rápido que nos muestra con anticipación lo que sucederá, y no hacemos caso. No entendemos sus señales por que siempre esta moviéndose, corriendo, siempre con prisa. ¿Es necesario que nuestros pensamientos nos lleven a la verdad, o es acaso que los aceleramos para que coincidan con nuestros deseos?
Entonces nuestra mente busca lo que queremos. Pero, no sabe lo que quiero. Busca señales, revisando uno tras otro los recuadros, busca la señal. Es por eso que se crea un caos, porque su frustración por no saber qué busca la hace repetir imágenes, sonidos y sensaciones. Las sensaciones, mostradas como oscuridad con pequeños destellos de miradas fugaces, se acumulan, tropiezan y se revuelven. Todo queda en caos.
Deberíamos dejar que nuestra mente se despeje, no pensar en nada, no analizar nada. Sólo imaginar nuestro ser, en el lugar que queramos, donde sabríamos que estaríamos en paz. Sobre el mar, dejándonos llevar por la corriente; o en el pasto de un bosque solitario, donde no hay nadie más que el viento soplando y los arboles meciéndose; tal vez desearíamos estar en lo mas alto de una montaña para poder gritar. Cualquier parte, donde lo primordial sea sólo nuestra existencia y después la vida.
Comentarios
Publicar un comentario