Sin dormir

Siento una necesidad de ahogarme, de sentarme sobre una tumba y quedarme quieta (muy quieta) mirando el cielo. Heme aquí de pie, cuerpo frágil, silueta desvanecida, sobre la tumba de quién sabe quién. ¿De quién es esta hermosa tumba tan abandonada y rota?


Entre las grietas se asoman las letras carcomidas: «Zelya Lemik», susurran mis labios queriendo saborear su dulce entonación, y al pronunciar el nombre un extraño golpe llega a mi pecho, como si algo pudiera predecir con tan solo exhalarlo.


¿Quién es Zelya Lemik? ¿Acaso importa?


Nada importa si esta horrible llama sigue ardiendo en mi garganta, quemando sin matarme. Me siento sobre la tumba para mirar el impresionante vacío que se abre frente a nosotras. No hay tierra, no hay mar ni árboles ni flores. Incluso no está la estrella que acostumbra iluminar el día. No hay día, todo es noche. Incluso no está la luna que hasta de día se asoma.


Aquí, con el inmenso abismo, gran vacío, que se abre frente a nosotras yo le puedo contar a Zelya Lemik, le puedo decir: esto no es la soledad, mira bien, ¿lo notas? Somos nosotras dos y nada más, y nadie más. Nadie, nadie más.


Incluso ese extraño silencio no existe, hay algo que abruma nuestro oídos. Shhhh. No llores más, debemos escuchar eso que un abismo nos puede gritar. No llores ya. No. Deja de Llorar. DEJA DE LLORAR, VAMOS QUE ROMPES EL ENCANTO. CALLA.


(Cuerpo tenso, ojos encrispados, quién iba a decir que el abismo me podía reflejar. Algunos dirían que es el Diablo, pero yo lo sé, esa figura tosca, enojada y violenta, soy yo).


Vamos Zelya, perdón. Quiero que lo escuches, deja de llorar. Yo te abrazo, mira, ven. Cálmate. (Mi cuerpo ahora se balancea, aquí, hincada sobre el mármol que tanto gime).


Una completa negrura se expande y no se mueve, está tan quieta, tan tranquila. Eso desearía lograr. Un abismo, un fuerte olvido, un enorme vacío. ¿Para qué recordar? Sabes Zelya, tengo muchos aires de no poder descansar, de entrar a mi propia tumba y encontrarla rota, húmeda, profanada. Con una peste a vivo que no soporto y fue por eso que me escapé.


Me salí de mi tumba cuando aún había Sol, hace ya muchísimos aires. Lo malo que sigo sin poder descansar. Pero deja te cuento de cuando me salí de mi tumba. Bueno, la verdad no sé cómo pasó. Estaba harta de ese olor apestoso. Cerraba mis ojos con fuerza queriendo que ya los gusanos me comieran por completo. Lo deseaba tanto, desaparecer.


Y así estuve mucho tiempo. Después empezó a escucharse un extraño lloriqueo. Desde las grietas se colaba algo que empezó siendo un pequeño silbido. Luego se convirtió en un fuerte zumbido, hasta que acabó siendo un fuerte lloriqueo. Y yo no dejaba de escucharlo. No dejaba de cerrar mis ojos, de dejar de respirar, dejar de escuchar. ¿No se supone que ya estaba muerta?
Y no sé cómo pasó. Te lo juro que no sé cuándo fue. Una ocasión desperté y sentí que ya no estaba encerrada. ¿Comprendes? Entonces intenté levantarme y lo logré. Deambulé por todo el cementerio, conocí pastos secos, muchos insectos y cuerpos extraños que no eran enterrados porque alguien más los había abandonado destripados. Esos ya nunca se levantan Zelya.


Así estuve caminando, quién sabe cuántos aires, quién sabe cuántos soles. Hasta que de pronto la Muerte se apareció frente a mí. Burlona me despreció. Me miró con las cuencas de sus ojos sólo para darme la espalda. Pero se quedó quieta mientras susurraba que ella no quería estar conmigo, que era yo la que me quería aferrar a su capa negra. Y se burló de mí otra vez, sin mirarme. Me dejé llevar por lo que sentía y me aventé contra su túnica. Fue cuando el abismo me encontró.


Volví a deambular sin sentido ni camino por todo este vacío. Ya sin conocer árboles ni tierras secas. Me dejó varada en este abismo. De nuevo sentí esa necesidad de ahogarme, de dejar de pensar, de mirar, de respirar. Y luego vi tu extraña luz roja a lo lejos. Yo que tanto deseaba estar sobre una tumba y detenerme a mirar al vacío desde una perspectiva diferente. Y afortunadamente aquí estabas, Zelya Lemik. Esperando que regresara. Porque ahora lo recuerdo. Eras yo. Era tú. Déjame descansar contigo. Vamos a dormir y dejar de llorar. Vamos con ella. Quizá no se vuelva a burlar de nosotras.

(Y se calla, deja de llorar. Ahora escucho al vacío y al extraño silencio, la tumba que me absorbe, la nada que me acoge) No queremos estar con ella. NO. Déjala ir. Shhhh...

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