Garganta cerrada

La sangre sentía pánico,
corría contra la gravedad,
alzaba sus rodillas.

Yo no lo adoré.

Su carmesí siempre sonriente,
se hacía mate, se callaba
y por primera vez quiso correr.

¡Fue mi culpa!

¿Será que lloraba?
¿Será que su rostro
dejó de alumbrar las heridas?

Pobre sangre espantada.

Su brillar regresaba a las venas,
se perdía en contraflujo.
Mi piel sudaba.

¡Yo lo arrullaba!

Y sus lágrimas me cubrían

la sangre seca
y la garganta cerrada.

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