Tulipán mutante
Guardé su cadáver todo este tiempo. Decidí que era un ejemplar peculiar cuando lo vi brotar de su cuerpo. Pero, un momento, tengo que verificar cómo comenzó la historia. Sí, la fecha en el blog dice 05 de octubre. El grupo de amigos de la mesa contigua se acababa de ir cuando Z se acostó sobre la mesa. Sin lugar a dudas se trataba de un mutante. Escéptico, intenté tocar el tulipán que emergía de su estómago.
Utilicé su cuerpo como centro de mesa. No quería perder aquella primera impresión. A diferencia de otras flores, este tulipán tenía como base una naranja y se nutría de la propia comida procesada por el estómago de Z. Él hablaba sólo para indicarme si el tulipán tenía antojo de pizza o helado. Lo que más amaba eran las empanadas rellenas de crema pastelera, restregadas en azúcar.
El tulipán crecía y la voz de Z se apagaba proporcionalmente. También el hilo de sangre que caía en todas direcciones de la pequeña mesa. Me preocupaba que finalmente Z falleciera y con él, el tulipán. Habla menos. No mastiques, yo lo muelo en la licuadora. No intentes moverte. Mantén los ojos abiertos, no me vayas a dar un susto y te mueras. Si la flor hubiera caído en manos menos escépticas ya estaría en un laboratorio o en un museo. Z definitivamente hubiera sido amortajado (de inmediato, porque, bueno, todo lo hice por salvar el tulipán).
De cualquier forma, realicé mis propias observaciones. A las pocas semanas, la naranja se había desinflado. Creo que el estómago terminó por absorber todo el dulce que tenía por dentro. La cáscara hacía contraste con las tripas que poco a poco se asomaban entre la piel estirada de Z. Tuve que poner una malla para darle mayor soporte a la flor. Z aguantó ceremoniosamente las grapas en los costados. Y bueno, qué más le daba, porque ya no era él quien murmuraba “carne” o “espinacas”, era el propio tulipán que había tomado control de su cuerpo.
Lo noté cuando, en primavera, el cuerpo comenzó a secarse de algunas extremidades. Secarse como las plantas cuando tienen manchas por exposición a luz del sol directa: con colores amarillos, cafés y negros. La boca de Z seguía cumpliendo con tragar los licuados, así que no me preocupé. Ahora que lo recuerdo, lo primero fue la caída de las uñas, luego los dedos se fueron poniendo negros. Necrosis, pensé de inmediato. Sin embargo, la carne se fue haciendo más delgada y polvorienta justo hasta la primera articulación de cada dedo, hasta que pronto quedó únicamente el hueso. Pasando la articulación, la carne cicatrizaba y tiempo después, también se desprendía el pedazo del hueso. Tal como las hojas de los árboles.
La caída de los dedos fue sencilla. Le tomó menos de dos años deshacerse de todos los dedos. Las complicaciones vinieron cuando toda la parte de las palmas y de las plantas de los pies se estaban secando. No tuvo problemas para destruir la piel y el poco músculo, pero los ligamentos se mostraron demasiado resistentes.
Ahí fue la primera vez que actúe: entendí que necesitaba deshacerse de miembros innecesarios. Tomé un cuchillo con sierra para cortar los pies y las manos por completo. Supe que el tulipán sufría con cada estocada porque Z se sacudía al tiempo que la flor abría y cerraba sus pétalos en dolor. Busqué el cuchillo más grande y filoso que tenía. De un solo golpe terminé de desprender las partes secas. Ahora me parece que me adelanté y a Z le faltaba tiempo para separarse de esas extremidades. Casi siempre nos falta tiempo para desprendernos de las cosas innecesarias. Para este punto Z dejó de emitir palabras inteligibles.
Le tomó seis años al tulipán deshacerse de todos los miembros. Quedó únicamente la cabeza pegada al tronco. De hecho, no sé por qué no se ha deshecho de la cabeza. Llevo 3 años alimentando al tulipán dejando caer la comida directamente en el estómago. Ya sé cuando tiene antojo de hamburguesas o de alitas y que, en general, odia cualquier tipo de bebida. Estoy harta del cadáver de Z. Perdió ya su color troncoso. De su cabeza, queda poco más que el rostro de un cadáver deshidratado y viejo. Voy a trasplantar el tulipán a una pecera, con todo y tripas. Aunque se seque, ya tuve demasiado con este peculiar mutante.
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