El último verso


Presumía uñas de colores vibrantes
que hacían de su piel desgarrante
vicios de ocultos ocasos
desfigurados


Se quedaba quieto en el prado,
inmóvil, con el infierno coloreando
su pecho, absorbiendo lentos
pasos


Justo en el borde del acantilado
dejaba sus plumas escapar con dolor
y las olas que siempre gritaban
de tristes


Movía los hilos con violencia,
revoloteaba entre espesas cóleras
y atacaba con vehemencia los soles
nacientes


¡El día jugaba a avanzar sin volar!
Tiraba su cabeza hacia un abismo
y dejaba que sus patas aplastaran
ladrillos


Picoteaba la tierra queriendo tener filo,
creyendo que empezaría en el final
donde los gritos dejaban de ser
azulados
  

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