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Mostrando entradas de noviembre, 2014

El último verso

Presumía uñas de colores vibrantes que hacían de su piel desgarrante vicios de ocultos ocasos desfigurados Se quedaba quieto en el prado, inmóvil, con el infierno coloreando su pecho, absorbiendo lentos pasos Justo en el borde del acantilado dejaba sus plumas escapar con dolor y las olas que siempre gritaban de tristes Movía los hilos con violencia, revoloteaba entre espesas cóleras y atacaba con vehemencia los soles nacientes ¡El día jugaba a avanzar sin volar! Tiraba su cabeza hacia un abismo y dejaba que sus patas aplastaran ladrillos Picoteaba la tierra queriendo tener filo, creyendo que empezaría en el final donde los gritos dejaban de ser azulados    ⇑

Ghost of a drowned.

¿Alguna vez has visto uno de esos espejismos en la calle? De esas cosas que primero sólo vez de pasada y en cuanto te cae el veinte, y sientes que hay algo extraño, tal vez demasiado conocido o demasiado irreal, debes volver a mirar. Entonces regresas el cuello, como acto reflejo, te preguntas ¿qué?, Tu cerebro te dicta: <a ver, otra vez> y entonces enfocas de nuevo. ¡Pero no logras aclarar tu duda! El fantasma se ha movido de posición y ahora el recuerdo que tenías es confuso. ¿Qué fue lo que vi? ¿Fue esto mismo? No se ve exactamente igual pero sí muy similar. Tal vez te has seguido caminando sin hacer pausa, como temiendo que sea real. Y lo peor, ese momento de confusión, desde el instante que crees verlo hasta el momento en que no logras aclararlo, hace que tu corazón se acelere y a veces hasta te cuesta respirar. ¡Hasta sientes que el espejismo te saluda! Como si cualquier cosa que creíste o pudiste haber visto te hubiera reconocido también, como si se escondiera o te sonri

Viaje esporádico

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Las mañanas frías siempre son mejores. Sobre todo cuando cae la neblina, cubre tu cuerpo e impide la vista lejana. Así te concentras en lo que te rodea, ahí, cerquita. Caminar sobre el camellón es su momento favorito del viaje, encontrarse con esos árboles que dejan caer sus ramas, casi siempre más grises que cafés, y se sacuden las hojas que caen, tiemblan, se desploman con lentitud hasta llegar al suelo negro, vacío. No está dormida, no está despierta. Y saluda a las mujeres patas de tentáculos y a los hombres vagabundos que se arrastran tratando de lamer el flujo de la vida. Feliz viaje, ¿a dónde vamos? A pasear a las criaturas, ya sabes, pequeñas bestias hambrientas. Bueno, hasta luego. Nos vemos el que sigue. Y oculta la sonrisa que nunca debió asomarse. Suspira profundamente (se inflan sus pulmones, levanta el rostro, mira las nubes, la neblina, el sol escondido), luego suelta el aire (entonces sus pulmones se desinflan, baja la mirada y se queda observando el piso). No deja de