Garganta cerrada
La sangre sentía pánico, corría contra la gravedad, alzaba sus rodillas. Yo no lo adoré. Su carmesí siempre sonriente, se hacía mate, se callaba y por primera vez quiso correr. ¡Fue mi culpa! ¿Será que lloraba? ¿Será que su rostro dejó de alumbrar las heridas? Pobre sangre espantada. Su brillar regresaba a las venas, se perdía en contraflujo. Mi piel sudaba. ¡Yo lo arrullaba! Y sus lágrimas me cubrían la sangre seca y la garganta cerrada.